4 dic 2008

Romper el silencio


Mi nombre es Marta Gascón. Estudio 4º de Periodismo en la Universidad San Jorge. Sí, soy una de las personas que integra la primera promoción de ese proyecto. Y sí, tengo mucho que decir sobre su funcionamiento. Pero todo a su tiempo.

Nunca pensé que reabriría este blog una vez acabada la asignatura de Periodismo Electrónico, que fue el motivo de su nacimiento. Bueno, miento. En realidad, cuando lo inicié durante el pasado curso para practicar en dicha asignatura, sí se me pasó por la cabeza que un día cualquiera, un día en el que tuviese algo importante que decir, un día como hoy por ejemplo, comenzaría de nuevo este espacio en el enorme universo de Internet.

He de decir que he modificado bastante todo en comparación a lo que fue en su inicio, ya que no creo que tenga mucho sentido que enlacéis a las páginas de mis compañeros. No porque no sean buenas, que algunas lo son y mucho, sino porque esto no es un blog académico, como lo era antes.

Bien, dicho todo esto, y hechas ya las presentaciones adecuadas, comienzo.

Hace ya varios días que en distintos medios de comunicación se gritan noticias de tensiones y crisis dentro de la USJ. Por lo visto hasta en los centros docentes se tiene que hablar de La Crisis. Puedo entender, y seguro que mucho mejor que los que escriben esas noticias, que una institución de carácter privado como es San Jorge tenga problemas económicos. Vamos a ver, es muy sencillo: pongamos que yo mañana me caso. Una boda, por sí sola, no supone un gran desembolso económico para los novios. Es más, los recién casados recibirán regalos y dinero de los que participen en su boda. Pero después de la feliz unión me compro un piso. Y, claro, hay que invertir en él: compro muebles, electrodomésticos, decoración... Pero es que además luego, después del piso, tengo hijos. Y uno estudia Ingeniería, a otro le da por la Publicidad, y al más literario le apetece engrosar las largas filas de los mal pagados periodistas. Y como mi pareja y yo tenemos cierta tendencia católica, tenemos otro más, y después otro, y después otro, y luego otro más. Y éstos quieren estudiar Farmacia, Comunicación Audiovisual y no sé cuántas cosas más. Y así me planto con que tengo que pedir un préstamo, una hipoteca, un crédito o... una concesión de terrenos.

A lo que iba, que con el bodorrio me he ido del tema. Una empresa, sea cual sea su objetivo, nunca podrá ser completamente solvente en sus primeros años de vida. Es lógico, puesto que no se puede alcanzar la cumbre de la montaña y encima mantenerse en ella en los primeros cuatro metros de escalada. Pero aquí tengo que hacer un parón, porque me acabo de acordar de algo muy curioso que leí hace una semana en un comunicado de prensa oficial: “La Universidad San Jorge es una Fundación sin ánimo de lucro”. Señores, por favor, yo puedo hacer de abogada del diablo y darles la razón con respecto al motivo de sus deudas, respaldar y comprender el hecho de que existan dificultades financieras en sus primeros años de vida. Pero NO. No voy a tragarme eso de los fines lucrativos. Y si no tal vez me declare insolvente y les pida que me sigan educando por amor al arte.

Dicho esto, prosigo (verán que durante este post mientras avanzo llega un momento en el que se me hincha la vena yugular y exploto, pero es algo normal... créanme cuando les digo que podría ser peor, mucho peor).

En fin, que como decía, que la San Jorge esté metida en problemas económicos no debería ser una sorpresa para nadie, ni siquiera para los alumnos que pagamos, más o menos (y más más que menos), 6.000 euros al año. Sí son de preocupar otras cosas en relación a estas noticias aparecidas en la prensa, como por ejemplo:

¿De dónde sacan estos medios la información que publican? En ningún momento se han citado las fuentes ni los responsables de las informaciones, y la exactitud con la que hablan sugiere que hayan sacado los datos de los mismísimos papeles del Patronato.

¿Qué pretenden realmente dando una señal de alarma respecto a este tema? Con estas alegaciones sólo están creando revuelo y malestar dentro de nuestra facultad, pero no en las altas esferas, puesto que no es a ellos a quien dañan a largo plazo, sino en las aulas y los despachos. Porque disparan el miedo al porvenir y las dudas, porque crear mala fama a la institución supone crear mala fama al contenido REALMENTE HUMANO que la compone, es decir, a profesores y a alumnos.

Personalmente tengo mucho, muchísimo, que decir en contra de esta institución. Personalmente no me siento parte de esos valores que llevan por bandera. Personalmente no me identifico con esa mole de hormigón y paredes blancas en la que paso casi más horas que en mi propia casa. Pero todas las quejas INSTITUCIONALES que he tenido a lo largo de estos cuatro años las he expresado, y además las he expresado formal y oficialmente, por la vía que las tenía que expresar y a las personas a las que se las tenía que expresar. Que luego se hayan ignorado o no mis quejas es otro cantar.

Lo que quiero decir con toda esta parrafada es que sí, que es verdad que hay millones de cosas mal. Es cierto que el programa de Erasmus es de risa en comparación con otros centros. Es cierto que es ilógico que en una Facultad de Comunicación se haga mal una obra que tenga que ver con los platós de televisión. Es cierto que a la primera promoción se nos prometió un nivel de inglés al salir de la carrera que rozaba el bilingüismo, y que hoy por hoy muchos sabemos menos que cuando entramos. Es cierto que tenemos un aula magna de broma en la que no cabe a penas un curso entero, pero que sin embargo ahí está la capilla, blanca y pura, para quien la quiera usar. Es cierto que quienes dirigen y toman las decisiones son personas a las que los alumnos no les parecemos la prioridad. Es cierto que el Campus aún tiene grandes carencias. Es cierto que no tiene sentido que una universidad basada en el trabajo con ordenadores portátiles en clase no disponga de enchufes en las aulas. Es cierto que las normas con respecto a las convocatorias de examen de las asignaturas son poco agradables. Y sí, también es cierto que Villanueva de Gállego es un pueblo, está lejos de Zaragoza, hace mucho frío y el viento te azota por todas partes.

Pero también es cierto que si hace frío, pues te abrigas. También es cierto que si no quieres un Erasmus no lo coges, y si eres un poco listo acabas la carrera en cuatro años y te largas después a Londres a vivir la vida. También es cierto que aunque las instalaciones sean muy mejorables, por lo menos ahora existen instalaciones, y los nuevos alumnos podéis practicar con cámaras de vídeo o en un “estudio de radio” (perdonen el entrecomillado pero no lo he podido evitar), algo de lo que no hemos disfrutado los que somos de la primera promoción. También es cierto que el inglés... bueno, lo siento, de esto no puedo decir nada, porque aún me indigna pensar en el prometido bilingüismo. Y con respecto a lo demás... ¿Las convocatorias? Pues sí, es incómodo e injusto que aunque no nos presentemos al examen se nos quite una oportunidad. Pero también es verdad que si estudias una carrera es por devoción y no por obligación, y que si algo te gusta utilizas toda tu energía en sacarlo adelante cuanto antes. ¿Las muchas carencias? Pues sí, es como para reír por no llorar que no se tuvieran en cuenta todos esos fallos cuando se construyó el Campus. ¿El poco interés de los que mandan? Pues sí, es increíble que quien impone las normas de nuestra vida académica no se preocupe por nosotros. Pero también es verdad que esas carencias y esa despreocupación se pueden suplir con buenos profesores, buenos docentes que son y serán quienes realmente nos están formando. Personas que marcarán nuestro futuro mucho más de lo que lo puede hacer un Gran Canciller, un Presidente del Patronato o un Rector Magnífico. El día de mañana, trabaje donde trabaje, aunque sea en un Zara o detrás de una barra de bar (tengo más esperanzas de las que parece, sólo quería ponerme un poco dramática), no me acordaré del nombre de todos estos señores, pero sí recordaré otros. Y no voy a citar nombres, porque ellos ya saben quiénes son.

Así que, para concluir, les pido a todos ustedes que no se intente crear mala fama DENTRO de la facultad, ya que no es ni a alumnos ni a profesores a quienes nos corresponde ese lastre. ¿Crisis? Tal vez, pero no en las aulas, ni en los despachos, ni en el nivel de la docencia, ni en la capacidad de aprendizaje. Más bien hablen ustedes de crisis en los bolsillos de quienes mueven los hilos. Quéjense de lo que procede, de la forma que procede y a quien procede.

¿Y nosotros? Está muy bien la iniciativa de romper el silencio y alzar la voz, sea cual sea el camino, y aunque quien firme sea el señor Valle-Inclán. Es una iniciativa estupenda que desde aquí alabo y respeto. Pero dejemos a un lado las preocupaciones sobre deudas de seis, ocho o veinte millones de euros. Ya se preocuparán, de eso sí, las altas esferas. Pidamos mejores prácticas. Reclamemos mejores instalaciones y mejores materiales. Y, por encima de todo, exijamos buena formación de nuestros docentes. Y, en caso contrario, pongámonos en pie de guerra.